Todo sigue peor

El viaje a ninguna parte que supuso la aplicación del artículo 155 de la Constitución del 78, ha reflotado en el conjunto de la opinión pública algunas cuestiones que permanecieron aletargadas en los últimos tiempos. La política de bloques practicada por los independentistas por un lado, y por el Gobierno con la ayuda del PSOE y la complicidad directa de Ciudadanos por otro, ha demostrado que todo no sigue igual. No, todo sigue peor.

Los efluvios de los sentimientos nacionalistas habían escondido las principales reivindicaciones de la ciudadanía, convirtiendo en un problema de bloques interclasistas los verdaderos problemas de la inmensa mayoría de la población. Así, desde las primeras elecciones autonómicas, las profundas reivindicaciones de las clases populares más desfavorecidas escondieron que muchos de esos sentimientos nacionalistas estaban gestionados para beneficio económico y social de las poderosos.

Es el caso de la primitiva CiU, convertida en PdeCat como consecuencia de la corrupción, y más tarde en JunstxCat. Este bloque nacionalista catalán que ya apuntaba maneras en 1979, aun cuando quedó por detrás de dos opciones de izquierda, como el PSOE –desde las autonómicas de 1980, PSC-PSOE- y el PSUC, absorbió durante décadas las reivindicaciones populares encubriéndolas con el manto nacionalista y el bipartidismo catalán. La situación se modificó más si cabe, en la elecciones de 1980, en las que CiU empató con el PSOE, y muy cerca de ellas el PSUC (ver cuadro de abajo). Las elecciones generales de 1982 amortiguaron en alguna medida el empuje nacionalista, porque lo que estaba en juego, tras el intento de golpe del 23F, era la democracia.

En el cuadro que presentamos a continuación se comprueba como se fue asentando la opción nacionalista dirigida por la derecha catalana, por cierto una de las más corruptas de toda España. Y cómo fue perdiendo terreno la izquierda, en particular la representada por el PSUC

PSOE AP CIU
 Años 79 80 82 79 80 82 79 80 82
Barcelona 30,3 27,0 47,6 3,9 14,3 15,9 27,0 20,7
Gerona 27,5 19,8 33,6 3,3 12,9 24,4 37,3 35,3
Lérida 24,5 19,4 35,5 3,2 2,3 15,6 15,1 28,4 27,5
Tarragona 28,3 20,6 41,3 3,9 5,3 17,4 13,9 23,7 20,3
UCD PSUC ERC
 Años 79 80 82 79 80 82 79 80 82
Barcelona 17,0 8,0 1,5 19,1 21,1 4,8 3,9 8,2 3,7
Gerona 24,5 15,3 2,2 9,4 9,4 3,1 4,2 10,6 5,5
Lérida 31,7 23,5 5,6 10,5 10,7 2,7 7,8 12,2 5,8
Tarragona 27,8 19,9 4,3 14,0 15,2 4,6 4,6 10,3 3,9

Aunque el electorado catalán vota diferente en las elecciones generales y en las autonómicas, CiU pasó del 14,4% en el 82 al 46,6% en las autonómicas de 1984 y al 32% en las generales de 1988, aumentando considerablemente su espacio político, social y electoral. De suerte que durante los años que van de las elecciones generales de 1986 al 2006, CiU y PSOE se alternaban la primera posición en las autonómicas y en las generales respectivamente. Fueron los años del bipartidismo imperfecto de Cataluña.

A partir del 2005-2006, como consecuencia del camino emprendido por el PP para judicializar el proceso soberanista en Cataluña, procés que se impulsa de manera acelerada desde 2012 por CiU, ERC y la CUP, el independentismo amplió su base social de manera considerable. El efecto colateral de ese proceso independentista, fue el encubrimiento por parte de la actividad política catalana y de los medios de comunicación, de los problemas sociales y políticos de los pueblos del Estado Español. Manejado el proceso por los independentistas y utilizado por el Gobierno español y su presidente Rajoy, cuya estrategia ha consistido en no hacer nada, ha servido para proporcionar un silencio sepulcral sobre los infinitos casos de corrupción que les rodean a muchos de los protagonistas de ambos bloques. Todo circulaba alrededor del problema independentista. Lo demás no existía.

Mientras tanto y gracias a esa inanición del Gobierno Rajoy, el independentismo crecía electoralmente y se consolidaba en torno al 48 por ciento aproximadamente. Así venía sucediendo desde las elecciones al Parlament de 16 de noviembre de 2003 y la aprobación del nuevo Estatut en 2005.

En tales circunstancias el Gobierno español aplica, con los apoyos del PP, PSOE y C’s, el artículo 155 de la Constitución del 78. Las condiciones de su aplicación las determinó el Gobierno y su grupo parlamentario en el Senado, que es mayoritario: destitución de un gobierno elegido democráticamente, disolución de un Parlament elegido democráticamente y convocatoria de elecciones por el imperio de la ley, que casi fue “por el imperio hacia Dios”. Conviene recordar que el artículo 155 no dice nada más que “Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencio­nado interés general”. Nunca se había aplicado en España, y prácticamente nunca se hizo en los países de la UE.

Dentro de lo que cabe tuvimos suerte que no aplicaron el estado de excepción o de sitio, tal como reclamaban algunos dirigentes de la “pepernia”.

Después de la aplicación del 155 y la consiguiente suspensión de la Generalitat, la convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre de 2017 parecía querer dar la palabra a los electores catalanes. La decisión del Presidente del Gobierno tuvo una primera acogida entusiasta en el tripartito (PP, C’s y PSOE). Pero no. Quien mejor lo interpretó fue la extrema derecha instalada en el poder o en sus aledaños, que tuvo el mayor balón de oxígeno desde la muerte del dictador. Desde la declaración del “rey pequeño”, hasta la eclosión de las banderas patrias, todo fue una gran fiesta de patriotería.

No olvidemos que la judicialización de la acción política que ejerce el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional por indicación del PP, desde la misma fecha en la que se recurrió el Estatut aprobado el 30 de septiembre de 2005 por el Parlament y ratificado en Referéndum y por el Congreso de los Diputados, ha llevado parejo la total ausencia de acción política de Rajoy. Claro está, querer hoy normalizar una situación política con presos políticos, exiliados y un Presidente del Gobierno que nos repite lo que ya nos enseñaron en primaria, es tarea harto difícil.

La actuación del Supremo, que va a tener una continuidad de consecuencias impredecibles, está poniendo de manifiesto que la “crisis catalana” va para largo y cada vez más profunda. O lo que es lo mismo: en un país en el que la separación de poderes es muy nebulosa y en donde los tribunales son, en buena medida, los mejores continuadores del franquismo, el respeto al derecho de los electores choca o es incompatible con la judicialización de la política. En una democracia, la legitimidad democrática la dan las urnas y los electores, nunca los tribunales ni las instituciones, máxime cuando éstas no sufrieron transformación alguna dada la continuidad que supuso, en muchos aspectos, la denominada “transición democrática”. A no ser que los ciudadanos catalanes elijan una cosa y el Tribunal Supremo decida quien vale como elegido y quien no.

Lo que está en juego es el principio de sufragio universal y democrático, el principio de libertad democrática de opinión y elección.

Sin embargo, los resultados de los ciudadanos a los que apeló el PP, junto con C’s y PSOE, no pueden ser menos significativos. Los independentistas han vuelto a obtener mayoría absoluta en el Parlament.

La movilización previa al proceso electoral del 21D, trajo un dato muy positivo: la mayor participación de toda nuestra historia democrática. La abstención había pasado de un 41,22% en 2010 al 30,44 % en 2012 y a un 22,56% en 2015. La polarización en la campaña del 21 de diciembre, entre los bloque independentistas y españolistas monárquicos, hizo que la abstención en 2017 fuera la más baja de toda la serie, un 18,06 por ciento.

Recordemos que el 15 de junio de 1977 la abstención en el conjunto de España, fue de 21,17 %; y el 28 de octubre de 1982 fue de 20,03 %, que eran dos de las cifras más bajas de abstención o más altas de participación.

La participación creció algo más en las zonas metropolitanas de Barcelona y en las zonas industriales, que en las zonas rurales. Pero también en las zonas rurales, en general de mayor influencia independentista, creció la participación. Por ejemplo, una ciudad de clara influencia del nacionalismo, como es el caso de Cerdañola del Vallés, tuvo una abstención del 15,3%, muy por debajo de la media.

 

Los resultados del 21D en Cataluña

Después de todo el recorrido, el resultado es lo suficientemente explícito para concluir que: el independentismo vuelve a tener mayoría absoluta en el Parlament; el nuevo partido, impulsado por los grandes poderes económicos –como lo fue la operación Roca-Garrigues en 1986 con el apoyo de Rafael Termes y la banca-, le ha “robado la cartera” al PP y parte al PSOE, es decir, C’s es el partido más votado en Cataluña, a costa de hacer casi desaparecer al PP y estancar al PSOE; los que se oponen a la independencia de Cataluña y defienden el derecho a decidir, previo acuerdo pactado a nivel de todo el Estado, han obtenido un resultado claramente insuficiente.

 

CATALUÑA Autonó. 28-11-2010 Autonó. 25-11-2012 Autonó. 27-9-2015 Gen. 20-12-2015. Gen. 26-06-2016. Autonó. 21-12-2017
C’s 3,40 7,58 17,90 13,05 10,93 25,48
CiU. JxCAT. DL. CDC** 38,47 30,68 39,59 15,08 13,92 21,75
ERC-Cat Sí. ERC**. 7,00 13,68 15,98 18,17 21,49
PSC-PSOE (2) 18,32 14,43 12,72 15,70 16,12 13,94
CatComú Podem. EN COMÚ. ECP. ICV-EUiA* 7,39 9,89 8,94 24,74 24,51 7,48
CUP. CUP-Alt.Esq. 3,48 8,21 4,47
PP 12,33 12,99 8,49 11,12 13,36 4,26

*Se acoplan los datos de ICV-EUiA de 2010 y 2012 con los de CatSiquesPot y CatComú Podem de 2015, 2016 y 2017.

**En 2015 ERC y PdeCat fueron juntos bajo la sigla de JunstxSí. Esos datos del 2015 pertenecen a los dos, pero por simplificar los asociamos a CiU. JxCAT. DL. CDC, dado que el 21D obtuvo más votos que ERC

Dada la dinámica previa a las elecciones del 21D, no es posible hacer un análisis riguroso en términos de derecha e izquierda. Partidos de uno y otro bloque tienen una buena mochila de “votos prestados” que no son de su ideología. Es el caso más claro de Manresa, una ciudad de notable orientación nacionalista en la que C’s ha crecido menos y donde sufren más los Comunes en relación con las generales, lo que prueba que en ciudades como ésta, el voto nacionalista tiene un buen talego de “votos prestados” que son de orientación popular y de clase. Similar caso es el de Mataró, aunque menos acusado.

Un análisis pormenorizado de los resultados por provincias y ciudades de más de 50.000 habitantes nos puede dar alguna de las claves.

En primer lugar la ciudadanía catalana en su mayoría, rechaza las opciones de extrema derecha y parece que mayoritariamente no está de acuerdo con la declaración unilateral de independencia, ni siquiera con la independencia. Además, tal como ya dijimos, la población catalana vota claramente partidos de izquierda en las elecciones generales y partidos soberanistas en las autonómicas.

En segundo lugar, en el cinturón metropolitano de Barcelona, de población mayoritariamente inmigrante, el partido que más creció fue Ciudadanos en detrimento del PP y en parte del PSOE. Así por ejemplo en Badalona, feudo del PP por su discurso antiinmigración, con alcaldía hasta las últimas municipales, este partido pasó del 22,73% al 8,29%, mientras C’s pasaba del 4,11 al 31,04%. En estas ciudades, una buena parte del voto de sectores trabajadores y populares, fue a parar a las urnas de los españolistas del 155, por rechazo a la propuesta independentista y porque las posturas de referéndum pactado no fueron comprendidas. Parecido son los casos de Santa Coloma de Gramanet, Viladecans y Reus en Tarragona .

En tercer lugar, en las ciudades de claro voto de derecha, como es el caso de Castelldefels, antes derecha catalanista, se suma ahora a los brazos de C’s. Además, en estas ciudades, el voto de Unió Democrática, claramente un voto de derecha democristiana, no se sumó en gran medida a la urna del PSC, pese al pacto previo que sellaron. Buen ejemplo de ello está en Granollers y en la propia provincia de Tarragona. El PSC-PSOE retuvo mejor sus votos en zonas populares del Vallés y el Llobregat: Cornellá, L’Hospitalet, Mollet, El Prat, Rubí, Sant Boi y otras con menos implantación nacionalista. Si bien, en casi todas ellas el PSC pierde y Ciudadanos gana: por ejemplo en L’Hospitalet, el PSC pierde 8 puntos porcentuales con respecto a las autonómicas de 2010 y el C’s pasa de 4,74 por ciento a 33,39 por ciento. En todas ellas, CatComú obtuvo excelentes resultados en las generales y mucho más bajos en las autonómicas.

Por provincias se observa una notable tendencia al nacionalismo en Gerona y Lérida y menos acusado en Barcelona y Tarragona. En esta última provincia, la tendencia es claramente hacia la derecha nacionalista y no nacionalista.

En definitiva, el recurso al 155 no ha desatascado ninguna situación endiablada. Mas bien lo dejó todo peor.

La imposibilidad de una salida aceptada democráticamente por todos los contendientes hace inviable una solución a corto plazo. Y por tanto pone en la cabeza de muchos la posibilidad de unas nuevas elecciones.

Esperemos que el recurso a las banderas que iniciaron los entusiastas de la ultraderecha y continuaron los españolistas monárquicos, no termine -en contra de la opinión de alguno de los próceres de la unidad patria-, en volver a declarar fiesta el 18 de julio.

La crisis de Cataluña es una gran crisis del Estado. La burguesía catalana huyó hacia adelante, pero de ahí a considerar idiotas a más de 2 millones de catalanes hay un tramo de despropósito. Como afirmaba un madrileño, presentado en la lista de ERC: “el independentismo no es una cosa de cuatro locos, de cuatro delincuentes, de la burguesía corrupta, del 3%, el independentismo es un movimiento social profundo, arraigado”.

Unos defienden la patria catalana; otros la patria española y su bandera. Y otros luchamos porque nuestra patria y nuestra bandera sean las de la gente que tiene dificultad para llegar a fin de mes, que no tiene trabajo, que la echan de casa porque no tiene para pagar el alquiler o la hipoteca, que pasa frio, que sufre violencia de género… Y todo esto sea en Marsella, en Sebastopol, o en Gerona.

Sigamos pensando en el paro y los contratos precarios, las pensiones congeladas, el coste de la energía y los grandes beneficios de las energéticas y las multinacionales con la anuencia del Estado, el deterioro del Estado del Bienestar y los servicios públicos, la corrupción, el envejecimiento de la Constitución, el uso partidista de las instituciones, la violencia sobre las mujeres, la emigración de nuestros jóvenes talentos, ….

Seguiremos escribiendo todos los 5 de enero a los Majos de Oriente y pidiendo una plancha para alisar este país.

J. M. Álvarez-Pravia

Nota: Para tener más información sobre el tema y ver un estudio más amplio se puede consultar y descargar este PDF: Todo sigue peor (edición ampliada)

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