En honor de Pí y Margall

El progreso de Asturias.  AÑO I.-NÚM. 229
OVIEDO.- Martes 31 de Diciembre de 1901
En honor de Pí y Margall

El Progreso de Asturias-cabecera- 31-12-1901

Los republicanos de la Coruña, como los de otras muchas poblaciones de España, organizaron una velada necrológica en honor del repúblico insigne. Se encargó de hacer el resumen el veterano D. Segundo Morena Barcia, cuyas elocuentes palabras leerán con gusto nuestros lectores.

Dijo así:

«Ya que por deber habré da hacer el resumen de cuanto aquí se dijo, procuraré ceñirme al objeto tristísimo de la velada en tanto apelo a toda la serenidad de mi alma, para consagrar unas frases de pálido elogio al eminente hombre cuya muerte llora España.

«lníciase la velada con los acentos de la juventud emitidos en la brillante oración del Sr. Casares y nada más oportuno y grato a le memoria del ilustre muerto, que el recuerdo de las últimas palabras de su .vida dirigidas a la juventud escolar de la Unión. Pero la gratitud obliga algo casa que al recuerdo; obliga a la aceptación y cumplimiento del exhorto por la independencia de la razón y la libertad de conciencia, siquiera lo rogase con el hilo ténue de una voz que se iba extinguiendo como su vida, para precipitarse pronto en los abismos de la eternidad. Y no obstante; ¡qué hermoso y conmovedor es el fallecer en la extrema ancianidad doctrinando la juventud, en tanto ésta le tributa su ovación frenética, delirante, precursora de la inmortalidad! Acaso esto no equivale por un capricho del destino, a morir uniendo en une síntesis suprema la cuna con el sepulcro?

«Luego sigue el obrero Sr. Novena, en representación de las desheredados de la fortuna, para tributar con sentida frase los honores fúnebres al grande hombre. ¡Ah! que Pi parece ser hijo de un obrero manual del que hubo de heredar con la honradez y el amoral trabajo, aquella naturaleza vigorosa que le permitió, quieto el músculo, derramar a raudales el fluido nervioso que supone le labor intelectual de cerebro tan extraordinario, por durante medio siglo. Por amor del obrero, emitió las más atrevidas doctrinas, arrostrando las iras del poderoso; por él mantuvo la igualdad de retribuciones, supuesto que el genio lleva en si mismo el galardón de su obra con la admiración que impone a su linaje, la fama, la gloria póstuma, la bendición de las generaciones futuras. Por amor del labriego encorvado sobre el surco que riega con su sudor, después de romper la tierra con el arado, despojaría al señor de grandes dominios si en el termino de tres años no los sometía al cultivo; de esta suelte, distribuyendo la tierra entre los colonos y a censo reservativo, creaba beneficios para el propietario propiedad para el colono, tributos par el Estado y aumento indefinido de la riqueza pública.

«Siguen los Srs. Torrente; Martínez Fontenla y de la Iglesia, que yo pudiera llamar intelectuales, para tejer con maravillosa elocuencia una corona fúnebre que ceñir en las sienes del hombre ilustre, del gran anciano. Sí, era de los vuestros, por la grandeza del genio, lo prodigioso del saber y la alteza de sus virtudes.

«La verdad es que todos hemos perdido un educador y un maestro; afirmaré aun que la Humanidad ha perdido uno de sus más bellos genios, la Patria una de sus glorias más legítimas y la República uno de sus más grandes directores y atletas. De ahí el dolor universal, en el extranjero, en los cuerpos colegisladores, aquí y en todas partes como correspondiendo a lo excelso de su nombre y a los merecimientos excepcionales de su vida.

«Y el pueblo con certero instinto, al conducir los restos mortales frente al templo da las leyes que él tanto había ilustrado, pidió con estruendoso grito que Ia bandera nacional descendiera a media asta en señal de duelo. La bandera ondeaba entones en honor de las glorias y alegrías de la monarquía patrimonial. ¿Conocía el pueblo aquellas memorables palabras de Saint Simón, escritas durante aquellos días aciagos para la Francia en que los reyes déspotas abarrotaban los calabozos de la Bastilla con las víctimas inocentes de sus furores. No lo sé. Lo cierto es que el pueblo mandó abatir la bandera y las alegrías del trono quedaron por un momento supeditadas a los restos gloriosos de D. Francisco Pí y Margall.

«He ahí al hombre cuyo cadáver siguen todos sin distinción de partidos, posición o rango, llevado en hombros y paseado por las calles de Madrid hasta depositar sus restos en el cementerio civil del Este, no sin antes cubrir su tumba de flores. Vedle que no lleva atributos de religión alguna, que el canto del sacerdote no le acompaña, que los blandones fúnebres no alumbran el camino; y sin embargo, mas de diez mil hombres le conducen por entre una multitud infinita que se descubre silenciosa expresando en su rostro la huella del dolor más intenso. Y es que sobre todas las miserias humanas, sobre nuestros vicios y pasiones, sobre nuestras creencias de opinión y secta, hay una religión suprema que flota sobre todas las demás malditas por la Historia, como engendradoras de universal ignorancia, superstición y fanatismo, por la sangre, lagrimas, crímenes, infamias de eterna execración que produjeran, y es la religión suprema e inmaculada de la ciencia y la virtud, única que el ilustre muerto profesara en vida. (Grandes y prolongados aplausos).

«Pi, Margall era un carácter; por eso perseveró en sus creencias basta la muerte. Su virtud espartana, la austeridad de sus costumbres, le mantuvo en la pobreza. En el hogar era sencillo e ingenuo. Hasta el último momento, recibió sobre su frente venerable el ósculo de sus hijos, ya hombres, esposos y padres, como en los días de la infancia. Aquel genio prodigioso gozaba y reía candorosamente las anécdotas graciosas y chispeantes que la vis cómica va recogiendo de la vida real. Era sincero y crédulo como un niño, en términos que algunos miserables abusando de la bondad de su corazón hubieron de estafarle a veces, hasta del pan de sus hijos.

«Apenas hará un año que le vi por última vez. Sin poder sustraerme a la visión, ahora se me aparece en noche para mi de imborrable recuerdo presidiendo la modesta mesa, de su casa honorable…

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