Cuando vamos a finalizar 2017 y miramos nuestro país en retrospectiva, nos viene a la memoria la convulsa historia del siglo XIX y primera mitad del XX en España. Ahora, en pleno siglo XXI, vuelven a aparecer los viejos fantasmas del pasado, esta vez en medio de, o cruzada con, una profunda crisis social y de valores democráticos. En el cuarenta aniversario de los debates para la elaboración del actual Constitución –el pasado 6 de diciembre se cumplió el 39 aniversario de su aprobación-, se ha vuelto a poner de manifiesto que aquel acuerdo de 1978 resulta hoy insuficiente por todos los costados.
Y no solamente por el llamado problema territorial, que lo es y quizás el que más ha desequilibrado la monarquía aprobada en el 78. También porque la sociedad ha cambiado lo suficiente en estos 40 años como para pensar en que ni las gentes, ni la situación social, cultural y política es la misma.
Por todo ello, los próximos tiempos deberán ser escenario de definiciones y planteamientos que sirvan a toda la ciudadanía y no de privilegios para unos pocos.
Con esa voluntad nacemos de nuevo.